Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100225
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 12 de marzo de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Sardoal.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 61, 1066.
Tema: Administración municipal, consumos, expropiaciones, etc. en el Ayuntamiento de Madrid.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): El Sr. Marqués de Sardoal es singular, sobre todo cuando se trata de mi persona. ¿Cómo he de dejar indefenso al Ministro de la Gobernación a que S.S. se refiere, cuando me he levantado única y exclusivamente a defender al Gobierno y la Real orden en que se ha apoyado el señor alcalde de Madrid? Su señoría me oye siempre con prevención. Lo siento por S.S. (El Sr. Marqués de Sardoal: Por mí, no). Y es que S.S. tiene ganas de pelearse conmigo; yo no tengo ninguna de pelearme con S.S., porque no me gusta pelearme con nadie. (Risas. ?El Sr. Marqués de Sardoal pide la palabra). Su señoría habla de romper lanzas, y yo no quiero romper lanzas con S.S. No; he cumplido un deber elemental de Gobierno levantándome aquí a decir las cuatro palabras con que he tenido el disgusto de molestar al Senado; pero no con ánimo de romper lanzas con S.S., porque si hubiese querido romper lanzas con S.S., hubiera desmenuzado su discurso y lo hubiera criticado, que buena base de crítica ofrece, pero no quiero. (Risas). Me he limitado única y exclusivamente a defender el bando del alcalde de Madrid, ni más ni menos.

Por lo demás, eso de que la difteria n había tomado carácter epidémico, y que esas medida se adoptan cuando la epidemia tiene realidad, ¡ah, Sr. Marqués de Sardoal, qué fácil es decir eso!; pero cuando las epidemias toman cuerpo y diezman las poblaciones, entonces se culpa al Gobierno de que no ha sabido prevenirlas, porque no ha hecho lo posible para evitarlas.

El Gobierno, lo que quiso hacer con esa medida, fue evitar que la epidemia tomara incremento. (El Sr. Marqués de Sardoal: ¡Si se ha publicado cuando la difteria había pasado!) Está S.S. equivocado, porque desgraciadamente aún no ha pasado la epidemia, y además tenemos otras epidemias, que son las de sarampión y la viruela, y otra constante, y esto es un avergüenza, que la capital de España sea entre las poblaciones de importancia de Europa, no sé si puedo decir del mundo entero, aquella en que la mortalidad es mayor. ¿Le parece a S.S. poca esa epidemia? Pues todo lo que hagan los Gobiernos para impedir que eso suceda, será poco.

Por lo menos, si las enfermedades en Madrid producen más mortalidad que en ninguna otra población importante de Europa, ¿por qué Madrid no ha de tomar las precauciones que otras poblaciones de Europa tiene adoptadas? Pues a eso vamos, y eso es lo que se hace, ni más ni menos, y a eso ha atendido el bando del alcalde de Madrid.

?Que se ha faltado a una ley?. ¿A qué ley? A ninguna; pero sobre todo, S.S. ha pedido el expediente; el expediente vendrá, y entonces se verá si la disposición municipal, si el bando del alcalde de Madrid está o no bastante justificado, y si para él se han adoptado todas las medidas de precaución que deben adoptarse para bandos de esta naturaleza.

Por lo demás, como S.S. me escucha con tanta prevención, ha oído una cosa que yo no he dicho, y por esto he de hacer una aclaración. Yo no he dicho con el tono que S.S. me atribuye, que el perjudicar a los propietarios no importa nada; no he dicho eso, sino que ésta de que tratamos, como otras medidas higiénicas, pueden perjudicar a los propietarios, pero que eso importa poco en comparación de lo que es la salud pública, y sobre todo, cuando estos perjuicios son para impedir que la salud pública no sufra detrimento, pues cuando así sucede, no lo pasan muy bien, y en último término, los perjuicios que a los propietarios se les irrogan, los gastos a que se les obliga por causa de la salud pública, son para ellos gastos reproductivos. Y en este sentido dije yo que no importaba tanto eso como la salud pública; pero esto no es razón para que S.S. me atribuya a mí ideas demagógicas que no he tenido nunca ni pienso tener, Sr. Marqués de Sardoal, aun cuando no sea de la estirpe que es S.S.

Por otra parte, yo suplico al Sr. Marqués de Sardoal que prescinda de ese vehemente deseo de discutir conmigo y de discutir con el Gobierno en cosas que al Gobierno y a mí no atañen más que indirectamente.

Se trata del Ayuntamiento de Madrid, de una disposición tomada, creo yo, en uso de sus atribuciones; allá se las entenderá S.S. con el Ayuntamiento de Madrid. (El Sr. Marqués de Sardoal: Es el Senado con el Ayuntamiento). Su señoría está discutiendo con el alcalde de Madrid. (El Sr. Marqués de Sardoal: Está S.S. equivocado; estoy discutiendo con el Gobierno, a quien he anunciado una interpelación). Pues entonces, el Sr. Ministro de la Gobernación, que es el encargado de los Municipios, señalará día para contestarla.

No tenga S.S., repito, ese vehemente deseo de discutir conmigo, porque aunque yo tengo mucho gusto en discutir con S.S., que es muy agudo, muy inteligente y muy diestro en las lides parlamentarias, sin embargo, yo tengo que discutir con tantos y sobre tantos distintos asuntos, que, francamente, en los que no atañan a la Presidencia del Consejo de Ministros directamente, yo agradeceré a S.S. que deje en paz al Presidente del Consejo de Ministros; y sobre todo, le agradeceré mucho que prescinda de la prevención con que me escucha, que me oiga siempre, si no con la benevolencia de amigo, con la cortesía de adversario, para no dar a mi palabras más interpretación que aquella que yo quiero darles, y que lógica y naturalmente tienen, en lo cual ganaremos mucho S.S. y yo; S.S. porque se evitará muchas discusiones que no son agradables (El Sr. Marqués de Sardoal: Pido la palabra), y yo porque me evitaré volver a discutir con S.S. [1066]



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